Por Santiago Úbeda. Fotografías de Laura de la Puente.
Editor de raza, de los que se parten la cara y el pecho por sus autores, Antonio Benicio Huerga creció entre libros y se formó en la profesión en la editorial de sus padres, Huerga & Fierro. En 2018 decidió dar el salto con Los Libros del Mississippi, y desde entonces no ha dejado de arriesgar por escritores noveles y emergentes, tanto de narrativa como de poesía, a la par que recorrer el territorio nacional para promocionar sus libros en multitud de ferias y presentaciones.
Es también el fundador de Poesía Sin Mordazas, ya míticas veladas de la noche madrileña que aglutinan a una buena cuadrilla de amantes de la lírica con ganas de leer sus propias composiciones y tomarle el pulso a lo que se escribe en la ciudad.
Nos citamos con él en el Mercado de Antón Martín.
¿Quién es Antonio Benicio Huerga?
¿Esto qué es, una terapia? (Risas)
Es lo que tú quieres que sea.
Soy una persona de treinta y muchos años. Soy madrileño y siempre he sido un chico de barrio, de toda la vida. Creo que tengo espíritu aventurero, y a veces soy introvertido y otras veces, extrovertido. Me gusta leer, el cine y viajar. Prácticamente desde la cuna he estado rodeado de libros.
¿Siempre has sido editor?
No. Antes de ser editor trabajé de muchas otras cosas: repartidor, vigilante de seguridad, mozo de almacén, frutero, carretillero, vendedor de El Corte Inglés… Aunque en verdad, mi objetivo siempre ha sido ahorrar dinero y jubilarme joven.
¿Y sigue siéndolo?
No. Ya tengo treinta y muchos años y creo que voy a quedarme donde estoy, siendo editor (risas).
¿Cómo empezaste con Los Libros del Mississippi?
Hace unos años me llamó José María Herranz, director entonces de la editorial Poeta de Cabra, y me propuso coger el testigo. Yo le dije que por supuesto. Y a los cuatro o cinco días nos reunimos para que me explicara cómo funcionaba el sello. La única condición que puse fue cambiarle el nombre. Desde el principio tuve el nombre de Los libros del Mississippi en la cabeza.
¿De dónde te viene esa obsesión por el Mississippi?
Me viene de William Faulkner, de Mark Twain y de Leopoldo María Panero. Y estos tres escritores tienen en común el Mississippi. Mark Twain ambientó su historia de Huckleberry Finn a la orilla de este río, y muchas de las historias de Faulkner transcurren en un condado ficticio del Mississippi llamado Yoknapatawpha. De hecho, en todos los libros de mi editorial, en el colofón, aparece que el libro se acabó de imprimir en ese condado. Y luego también lo del Mississippi es en cierto modo un homenaje a Leopoldo María Panero, pues tiene un poema que se titula precisamente La canción del croupier del Mississippi.

¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo?
Ir a ferias de libros, como la de Madrid, Expoesía en Soria, Edita en Punta Umbría o Voix Vives en Toledo.
¿Cómo es un día en la vida de un editor?
Actividad constante. Revisar pruebas, contestar correos, hablar con libreros, reuniones, leer originales… Hay que intentar tener el tiempo ocupado, aunque parezca que no hay nada que hacer, siempre hay que tener el tiempo ocupado.
¿Por qué le dedicas más espacio a la poesía que a otros géneros?
Es verdad que la poesía vende mucho menos que la narrativa o incluso que el ensayo, pero la poesía es un género que para los eventos o en las presentaciones de libros da más espectáculo si lo comparamos con la narrativa. Depende mucho del autor en cuestión, pero por ejemplo, ver recitar a Juan Calderón Matador, un poeta de la casa, es puro espectáculo, un auténtico deleite para el alma y los sentidos. O la poeta Joselyn Michelle Almeida, a la que publiqué Condiciones para el vuelo, tiene también una puesta en escena increíble.
Entonces, el hecho de que, como dices, la poesía dé más juego en eventos literarios y en presentaciones, ¿no se traduce en ventas?
Se vende si uno se mueve, pero a menor escala que la prosa, claro. Aun así, la poesía tiene su público, un público fiel. Ya no se ve ese prejuicio clásico de que como es poesía la gente no lo va a entender. Hoy en día se hace una poesía accesible y transparente, para todos los públicos, hayan leído o no poesía. Yo creo que se necesita más poesía que se entienda y que entienda al lector. Esa es la poesía que yo trato de publicar en Los Libros del Mississippi.
¿Cómo es el proceso de edición en Los Libros del Mississippi?
Como en cualquier otra editorial tradicional: el autor manda el original, generalmente vía correo electrónico. Y si encaja con la línea editorial vamos con el proyecto para adelante. Estar cerca de mis padres, viéndoles trabajar tantos años en su editorial, me ha enseñado mucho y lo aplico en mi propio sello. La diferencia es que ahora soy mi propio jefe y lo hago yo todo.
¿Todo, todo?
Bueno, tengo personas que maquetan y diseñan, como la artista Naza del Rosal, que diseña algunas de las portadas, o el escritor Antonio Mata, que ha maquetado también alguna vez para mí. Luego para que el libro se mueva y tenga presencia en librerías y llegue a los lectores hay que contar con una distribuidora. Sin embargo, es muy difícil vender en las librerías, porque hay mucha competencia, muchísima. Y esa misma competencia apenas vende y al final se está viendo que los grandes grupos son los que más visibilidad tienen, porque cuentan con un presupuesto titánico. Por eso los pequeños editores a veces vendemos más en los recitales, en las presentaciones y en las ferias que en las librerías.
¿Qué lugar ocupan las editoriales independientes en el panorama editorial español?
El papel de las editoriales independientes en este país es esencial. Si desaparecieran, habría que volver a inventarlas. Ten en cuenta que son la base de la que chupan las grandes editoriales. Porque somos las pequeñas editoriales las que apostamos por autores emergentes y el día de mañana, cuando uno de nuestros autores publique con otro sello más potente se sabrá que su primer libro fue publicado, por ejemplo, por Los Libros del Mississippi.
¿Qué sellos editoriales son para ti un referente?
Referente para mí, aparte de Huerga & Fierro —y no solo porque sean mis padres—, serían Lastura y El sastre de Apollinaire. Aunque también está Bartleby, de Pepo Paz, y Ya lo dijo Casimiro Parker, que aparte de ser la editorial de Marcos Almendros, mi distribuidor, para mí destaca por el trato que tiene con los compañeros.
¿Qué es Poesía sin Mordazas?
Poesía sin Mordazas nació en 2014. Me propuse llevar a cabo una serie de encuentros y lecturas literarias. El primero que convoqué lo hice en el estanque del parque de El Retiro, bajo la estatua ecuestre de Alfonso XII, a los pocos días de haberse impuesto en España la Ley Mordaza. Se apuntó muchísima gente, en total unas cien personas, la mayoría poetas. Vinieron Sara Zapata, Antonio Figueras, Enrique Gracia Trinidad, Patty de Frutos, Marisa Vaquero, Bolo García, Guillermina Royo Villanova. Vino también mi madre, por supuesto, y Ramón del Pomar. Vino una barbaridad de gente. Y en ese encuentro se crearon varios grupos de amigos que a día de hoy siguen siéndolo.
¿Cómo ha ido evolucionando?
Actualmente llevo mucho tiempo sin hacer ningún evento. Llevaba cuatro años ininterrumpidos celebrando Poesía sin Mordazas en la sala Búho Real, a razón de un evento al mes, hasta que se interpuso la pandemia. Espero volver a hacerlos en 2022. Si no es en esta sala, en otra, pero quiero retomarlos. Tengo muchas ganas.
¿Y de qué manera se complementan Los libros del Mississippi y Poesía sin Mordazas?
Para mí ambos proyectos se retroalimentan, porque en Los Libros del Mississippi he publicado a escritores a los que conocí porque en su día se dejaron caer por algún evento de Poesía Sin Mordazas. Además, la gente que empieza a conocer Los Libros del Misissippi, dice “joder, cómo mola, esto es una editorial que además de publicar libros organiza eventos, quiero publicar aquí”.

¿Se puede vivir en España de editar libros de manera independiente?
(Risas)
Esta pregunta se la hago a todos.
Muy difícil… Se puede vivir, pero gastando poca luz, duchándote una vez a la semana… (risas) No, eso no, es broma. En serio, a ver, una persona que quiera empezar de cero y dedicarse a publicar y a vender libros y a distribuirlos, lo va a pasar muy mal, porque hay que tener algunos contactos y hay que creer en el proyecto y tener los pies sobre la tierra. No por tener cinco amigos y que los cinco amigos te ayuden en la edición del libro y te compren cien ejemplares cada uno, te va a ir bien a la larga. Porque a las presentaciones pueden venir los primos, los padres, los abuelos y hasta los vecinos del autor, y el primer año a lo mejor dices, qué bien que me salen las cuentas, pero a lo mejor al año siguiente no tienes autores o la distribución no es la que tú creías que iba a ser, o las ventas en librerías no existen. Porque tú pensabas que, claro, poniendo que has publicado un libro en Facebook y pagando por la publicidad, ibas a vender diez libros. Y al final no vendes ni eso, ni diez.
¿Es una profesión para valientes?
Hay que estar muy preparado mentalmente y tener los pies sobre la tierra y saber que este es un mundillo que está en uno de los escalafones más bajos del mundo de la cultura, porque arriba, en la cúspide, están el cine y la música. En definitiva, se puede sobrevivir, pero hay que moverse mucho. Esto no consiste en estar tumbado y pensar que te va a llegar una oportunidad.
Dentro de tu catálogo, ¿qué libros te ha dado mayor satisfacción editar?
Satisfacción me han dado todos, pero, por ejemplo, editar Haikus Completos de Luis Alberto de Cuenca, un poeta al que he admirado toda mi vida, ha sido increíble para mí. Y también ha sido un orgullo que Ezequías Blanco quisiera publicar conmigo Tierra de luz blanda, que es un libro muy especial para él porque trata sobre la hernia discal que le detectaron y todo el proceso postoperatorio.
¿Alguno más?
También quiero citar Ecos del desasosiego, de Antonio Mata, y Piel transitada, de Mª José Gómez Sánchez-Romate. Ambos son libros fundamentales en mi catálogo, así como Zoonosis, de María Martín, que es una escritora esencial que me ha apoyado desde el principio. No quiero dejarme en el tintero a otros muchos autores, como Javier de la Rosa, Cinta R. Guil o José María Herranz, de quien he publicado muy recientemente Personajes, un libro de poemas que reivindica al colectivo LGTBI.
¿Qué recuerdos tienes, como hijo de editores, de tu infancia y adolescencia? ¿Circulaban por tu casa celebridades literarias, tuviste relación con algún escritor o escritora en particular?
Sí, por la editorial pasaban muchos autores. Tengo algún recuerdo de Paco Umbral o de Fernando Savater. Hay muchos nombres y anécdotas, claro.
¿Y Leopoldo María Panero?
Leopoldo María Panero es el escritor del que más anécdotas tengo. Fue un poeta único, un referente de la poesía española contemporánea, aunque el personaje muchas veces ha ensombrecido su verdadera calidad literaria. Tengo una anécdota muy bonita y a la vez muy graciosa, de la que hay un vídeo en YouTube. Fue en la Feria del Libro de Madrid del 2008 o el 2009. La cosa es que tuve que acompañar a Panero a orinar, y él, en vez de irse al baño, se metió en la caseta de Visor a saludar a Joaquín Sabina, que estaba firmando sus versos. Imagínate el cuadro. Abre la puerta y aparece toda una marabunta de gente pidiéndole firmar el libro a Sabina, al otro lado de la caseta, y aquel, Panero, pidiéndole dinero al cantautor. Le pedía insistentemente veinte euros y Sabina le dio un billete de cincuenta, y mientras, los encargados de la caseta, desesperados, intentaban sacar a Panero de allí para que dejara a Sabina seguir firmando libros.

Háblanos de tus últimos libros publicados y de los que publicarás este año 2022. ¿Qué destacas de cada uno de ellos? Cuéntanos brevemente qué te llevó a publicarlos.
Además de los que te he ido indicando antes, este año pasado de 2021 vieron la luz los poemarios Mi vida en Violeta, de Anna Bukowska; Arteria de Consuelo Jiménez; De esta viva realidad, de Norberto García Hernanz; La casa iluminada, de Carmen Nuevo; Renacer, de Lola Martínez Cerrada. A finales del año pasado publiqué, coincidiendo con la feria del Libro de Granada, un libro de relatos titulado Érase en las nubes, de Ascensión Gordo Ureña. Y a lo largo del año verá la luz un poemario de María Jesús Silva titulado Gaviotas en la cabeza, en torno a los estados mentales. La ilustración de cubierta será de la artista Naza del Rosal. También el nuevo poemario de Fernando Vallejo Ágreda. Y en enero saqué el nuevo libro de Itziar Mínguez Arnáiz, El palacio de hielo, que es una poeta increíble a la que sigo desde hace años, y Vuelve, querida loca de Felicidad González. Y ahora en febrero sale un poemario titulado En tierra fértil, de Carmen Ausín y un libro a modo de diario de un escritor alemán afincado en Las Palmas. De aquí a noviembre tengo todo el calendario de publicaciones completo. La verdad es que si el COVID no lo impide este 2022 va a ser un año muy movido.
Sueña… ¿A qué autores te gustaría publicar, sean o no accesibles?
Leopoldo María Panero, Federico García Lorca y Mark Twain.
Y teniendo tantos amigos escritores, ¿no te has sentido alguna vez tentado por la escritura?
Quién sabe. Puede que esté dándole forma a mis memorias, para publicarlas dentro de 30 años.
¿Qué le recomendarías a alguien que quiera convertirse en escritor?
Que lea mucho, es lo primordial. Que se relacione con el entorno, que escuche y, a ser posible, que tome notas, ideas que se le ocurran, para tenerlas a buen recaudo.
Dicen que tienes una especial debilidad por Tailandia y que has estado allí varias veces, ¿qué te atrae tanto de ese país?
La comida, el clima y sus playas. También que es un territorio armonioso para perderse y disfrutarlo. Y Bangkok es alucinante, es una de las ciudades más caóticas de Asia, un caos maravilloso, una especie de Blade Runner. Por la noche es un espectáculo de luces de neón.
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