Por Óscar Patón
Según las leyes de la astrofísica, ciertas estrellas lo suficientemente masivas, al colapsarse, se convierten en ávidos agujeros negros que acaban absorbiendo hasta la luz que les rodea. Quién sabe, entonces. Tal vez ese fuera el caso de Bob Dylan y su éxito no se debiese tanto al brillo que emitía, sino al que atrapaba de otros grandes cantantes de folk. Eso explicaría que el Querido Viejo Huraño —como le apodó el batería planetario Eric Jiménez, tras una mala experiencia como telonero suyo— fagocitase en su momento una escena y un estilo musicales, hasta eclipsar tanto a los que le marcaron el camino como a los que lo trataron de transitarlo junto a él.
Obviamente, estamos exagerando. Y por supuesto, nada más lejos de nuestras intenciones que menospreciar ni siquiera una pizca a un artista al que admiramos infinitamente. Pero es indiscutible que, echando la vista atrás, el viejo Bob se quedó con el trozo más grande de una tarta de la que a muchos solo les alcanzaron unas pocas migajas. Con este artículo, queremos reivindicar a algunos de ellos.
Caballeros errantes: 6 grandes cantantes de folk eclipsados por Bob Dylan
Jackson C. Frank — “Blues run the game”
Pocos pueden presumir de haber sido versionados por estrellas tan rutilantes como Nick Drake, Simon and Garfunkel, Sandy Denny o Mark Lanegan. Sin embargo, la vida no tuvo mucha simpatía por el bueno de Jackson. De pequeño, la explosión de un horno en su escuela le abrasó el 50% de su cuerpo. Ya de adulto, se le diagnosticó esquizofrenia paranoide y fue internado en varias instituciones psiquiátricas. Aun así, consiguió publicar su primer disco con EMI, bajo la producción de Paul Simon. Un disco notable, pero que pasó sin pena ni gloria. Acabó vagando sus días por las calles de Nueva York, durmiendo en las aceras, para finalmente morir de neumonía en 1999, a la edad de 56 años.
Fred Neil — “Everybody’s talking”
Les suena, ¿verdad? Esta canción popularizada por Harry Nilsson para la banda sonora de Cowboy de Medianoche era en realidad una composición de un muchacho de Ohio, cuyo padre trabajaba como representante de jukeboxes, que en 1961 se mudó al Greenwich Village neoyorkino, en busca de fama y fortuna. Allí coincidió con muchos músicos y artistas de la incipiente escena folk. Entre otros, el futuro Nobel de Literatura, con el que llegó a compartir escenario. Su estilo es una mezcla de folk rock y blues, matizado por su potente y profunda voz de barítono.
Tim Hardin —“Part of the wind”
Otro artista cuya carrera se gestó en el Greenwich Village. A finales de los 60 conoció a la actriz Susan Morss, con quien inició una relación turbulenta. Hardin llegó a tener un hijo con ella, pero poco después se vio apartado de ambos por su adicción a los opiáceos. En 1980, con 39 años, murió por una sobredosis de morfina y heroína. Su estilo se puede catalogar como folk rock, al igual que el de Fred Neil, pero con un toque más introspectivo y desgarrador.
Jim Sullivan —“UFO”
Habitual de los clubes de Hollywood y extra en Easy Rider, Jim Sullivan grabó dos discos antes de desaparecer en el desierto de Nuevo México, en uno de los mayores enigmas de la música popular de las últimas décadas. Al parecer, aparcó su Volkswagen escarabajo, donde quedaron su guitarra y sus objetos personales, junto a un rancho y empezó a caminar sin rumbo. Algunos afirman que lo atacó un animal salvaje; otros, los más osados, dan por hecho que se encaminaba al encuentro de extraterrestes para ser abducido. Una teoría que se sustenta en la obsesión por los ovnis que recorre su primer disco. Por cierto, el rancho pertenecía a la familia Gennettis, un conocido clan mafioso de Chicago.
Phil Ochs — “I ain’t marching anymore”
Considerado el prototipo de intérprete de canción protesta, durante un tiempo mantuvo estrecha amistad con Bob Dylan, hasta que la relación se fue deteriorando progresivamente. Cuenta la leyenda que el Viejo Huraño lanzó despedido a Phil de un taxi en movimiento cuando este se atrevió a criticar una canción suya. Con el tiempo, Ochs empezó a mostrar síntomas de trastorno bipolar, una enfermedad que se fue apoderando de él hasta el día que se ahorcó con un cinturón en el baño del apartamento de su hermana. Se destacó por su oposición a la Guerra de Vietnam, como muestra esta canción.
David Ackles — “Oh, California”
Un caso especial dentro de los cantautores norteamericanos, por su particular voz —que los críticos juzgaban poco comercial— y su peculiar estilo cercano a Kurt Weill y al cabaret. Tras grabar un primer disco cercano al rock, adoptó un estilo más teatral y se puso al servicio de Bernard Taupin —el letrista de Elton John— para su segundo disco. A mediados de los 70, dada su escasa repercusión y sus exiguas ventas, prácticamente se había apartado ya del negocio musical. Hoy en día, no son pocos los que le citan como influencia.
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