Por Santiago Úbeda
Incluso en estos tiempos de predominio digital, los libros siguen presentes en nuestras vidas. Cogemos un libro, lo olemos, lo hojeamos… y nos parece un objeto tan sencillo y natural. Y tan perfecto. Sin embargo, ¿sabemos realmente cómo se hacen, cómo se editan, cómo llegan a las tiendas…? Para responder a todas estas preguntas y hablar del trabajo de editar libros, la salud de las editoriales independientes españolas y otros vericuetos de la profesión, en MundoMiznait entrevistamos a Patricia Sarabia (Madrid, 1981), ex editora de Tropo Editores y actualmente coordinadora editorial para Latinoamérica de la editorial inglesa Usborne.
¿En qué momento y por qué decides dedicarte a la edición?
Al acabar la carrera de Filología Románica estuve tres años trabajando en una agencia de viajes. Después me mudé a Buenos Aires y allí hice un curso online de Corrección Profesional y empecé a trabajar como correctora en una editorial. También contacté con varios escritores y comencé a escribir libros para ellos, libros que publicaban con su nombre. Me di cuenta de que no me sentía profesionalmente plena ni desafiada, pero que sí me gustaba mucho el sector editorial, y empecé a plantearme si no habría otros puntos en la cadena del libro donde pudiese agregar más valor. Y me pareció que una manera ideal de hallar respuestas podría ser hacer un Máster en Edición.
¿Trabajaste como «negra» o «escritora fantasma», entonces?
Sí.
¿Y trabajabas a partir de borradores escritos por esos escritores, te proporcionaban al menos la idea general del libro?
No, eran novelas por encargo. Son encargos que esos escritores reciben de las editoriales, con una serie de particularidades y requisitos básicos. En general, no son novelas literarias sino de corte histórico o incluso ensayos.
¿De género?
Sí, vamos a llamarlas así. Novelas de género. Lo que yo hacía primero era leerme la producción literaria de ese autor para pillar el tono. El autor me proporcionaba la estructura básica que debía tener la obra y yo la componía emulando el estilo literario de ese escritor.
Lo que quiere decir que tú lo hacías todo.
Desde el punto de vista creativo, sí. Pero después el escritor en cuestión corregía el manuscrito para acercar todavía más mi texto a su estilo personal.
¿Está bien remunerado trabajar como “negra» o «escritora fantasma”?
No. Y además, ¿dónde queda la gloria? (Risas)
¿Se trata de una práctica muy habitual?
Bastante. Cuánto más popular y más “supuestamente” prolífico es un escritor, menos tiempo le queda para escribir lo que realmente quiere, por lo que a veces no le queda más remedio que delegar el trabajo compositivo en terceros.
Imagino que no quieres decir nombres.
No, es que no puedo.

«Hay poco trabajo en el sector. La alternativa, si quieres editar libros, es montar tu propia editorial. o tener la suerte que tuve yo de trabajar en Tropo».
¿Trabajando como “escritora fantasma” te planteas en algún momento escribir tu propia obra?
No. Porque no tengo nada que contar (risas). No, en serio, no lo sé. Siempre he pensado que quería, pero que no sirvo para ello. Soy mejor concluyendo proyectos que iniciándolos. Soy mejor analizando lo leído y puliendo lo que ya está escrito que creando algo de cero. Y sé que es muy cómodo por mi parte y muy poco arriesgado, porque donde está el riesgo es en producir tu propia obra.
Relacionado con lo que contabas al principio, poco después de empezar a trabajar en el mundo editorial decides volver a la universidad y hacer un Máster de Edición.
Sí. A mí el máster me sirvió muchísimo, pero depende de lo que quieras obtener con este tipo de estudios. Si lo que pretendes conseguir es un trabajo, pues probablemente no te sirva, porque eso va por otra vía. Pero en mi caso, fue fundamental, y dudo que sin él hubiera podido meterme en la editorial en la que estoy ahora en Londres, o incluso haber podido llegar a Tropo.
¿Qué quieres decir con “otra vía”?
Pues que hay muy poco trabajo dentro del sector. Es muy difícil acceder a él. Casi todo está en manos de los grandes conglomerados, Planeta y Penguin Random House. Lo demás son editoriales medianas o muy pequeñas, algunas de ellas unipersonales, y no hay presupuesto para tener muchas personas en nómina; casi todo está “tercerizado”. Podrías optar a colaborar con las editoriales en calidad de autónomo y hacer trabajos muy concretos, pero yo, por ejemplo, quería participar de un proyecto editorial desde dentro, quería saberlo todo, entender la cadena completa, ser testigo de todo el proceso, desde que se concibe la idea del libro hasta que se ubica físicamente en el mercado. Ver eso como un colaborador externo es bastante más complicado. La alternativa, si quieres editar libros, es montar tu propia editorial. O tener la inmensa suerte que tuve yo de participar de algo como Tropo, lo cual es muy inusual.
¿Tropo qué era, una editorial pequeña, mediana…?
Muy pequeña.
¿Unipersonal? ¿Cuántas personas trabajaban?
Una y media. Eran dos fundadores, pero el que hacía todo el trabajo de calle era solo uno. La otra persona tenía su cometido importante dentro de la editorial, por supuesto, pero conciliaba esa labor con otra profesión, con lo cual no estaba en el día a día.
¿Eras tú la persona que hacía casi todo el trabajo en Tropo Editores?
Sí.

¿Cuánto trabaja un editor?
Mi experiencia me dice que trabajan como bestias. De lunes a domingo, 365 días al año y muchas horas al día. Sobre todo si la empresa es casi unipersonal, porque lo haces todo tú y tienes que estar siempre al pie del cañón.
¿De qué tareas se encarga un editor en una editorial pequeña como Tropo?
De todas las fases de preproducción, producción editorial y comercialización. Primero selecciona los manuscritos, después trabaja estrechamente con el autor para perfeccionar el texto. Si se trata de un manuscrito cuyos derechos han sido comprados, hay que encargar la traducción. A continuación, el texto debe pasar un proceso de corrección que el editor también tiene que supervisar. Después, el texto se maqueta, se le realiza una nueva corrección, que es la llamada de pruebas, y después de eso ya da comienzo la fase de producción editorial, esto es, llevarlo a imprenta, y de ahí se pasa a la distribución y comercialización. El editor diseña todo el plan de marketing, organiza entrevistas para el autor, presentaciones… Después se encarga de calibrar la vida del libro: recibe las ventas, elabora las liquidaciones del autor, administra el stock.
¿En qué consiste la administración del stock?
En controlar el número de copias que ha quedado en el almacén o que están en distribución en las librerías, es decir, los ejemplares colocados pero no efectivamente vendidos. Esto determina si un título necesita ser reimpreso, o si por el contrario, cuando las ventas no son buenas o incluso negativas y hay devoluciones, si tienes que empezar a plantearte diseñarle ya una segunda vida al libro o si irremediablemente tiene que ser descatalogado y todo su stock destruido.
Entonces, cuando dicen que se han vendido 300.000 copias, ¿se trata en verdad de copias distribuidas pero vendidas solo en parte?
Depende del momento en el que esas cifras se arrojen. Aquí, en general, en el mercado español, el primer mes es el mes de colocación, es decir, el mes en el que colocas prácticamente toda la tirada de la obra; y en el segundo o tercer mes, en función de cómo haya ido en librería, te vienen ya las devoluciones. Si el libro no ha tenido ningún éxito, el librero lo retira de la mesa de novedades y devuelve las copias al distribuidor. Y si el libro ha tenido buena colocación y ha generado mucho interés y se han empezado a vender copias, los libreros piden reposición y los distribuidores mandan más copias. De hecho, si has tenido la suerte de agotar toda la tirada, tienes que reimprimir antes de que te quedes sin stock, porque de lo contrario puedes perder ventas, además de que el libro pierde continuidad, lo cual es muy peligroso. Ten en cuenta que el libro tiene una vida muy corta porque es un mercado muy orientado a la novedad.
¿Y qué posibilidades tiene una editorial como Tropo de que sus libros sean mínimamente bien distribuidos? ¿Realmente les quedan las migajas a las editoriales independientes?
Sí, es bastante asimétrico. Pero la edición independiente es muy fuerte en España, sobre todo desde hace unos diez o quince años. Está, por ejemplo, el famosísimo grupo Contexto, que tiene editoriales maravillosas como Sexto Piso, Impedimenta, Libros del Asteroide… Y estas ya no son editoriales tan pequeñas, sino bastante potentes y muy influyentes dentro del sector independiente.
¿Quieres decir que no es exactamente cierto que haya dos editoriales que se reparten el mercado?
Exacto. Porque se trata de dos modelos de empresa editorial que trabajan distintos tipos de Literatura y distintos tipos de libros. La edición independiente preserva más la narrativa que no es “mainstream”, son libros más selectos y las ediciones están muchísimo más cuidadas. Por ejemplo, Sexto Piso tiene un catálogo con exquisiteces, con libros que desafían al lector. No obstante, Random y Planeta, a día de hoy, han absorbido tantos sellos, que entrar en generalizaciones es una completa locura.
Pero con respecto a las posibilidades que tiene una editorial como Tropo de ser bien distribuida, te diría que todas las del mundo, porque hay distribuidoras que están especializadas en editoriales independientes. La cuestión es que tienes que negociar con ellas y conseguir que tu catálogo sea lo suficientemente atrayente como para que quieran trabajar contigo.

«¿Qué pasó con Tropo editores? No fui lo suficientemente hábil como para crear un proyecto editorial que pudiera competir con otros sellos editoriales».
¿Y al final qué pasó con Tropo, por qué termina cerrando?
Tropo tuvo dos finales. Uno es el momento en el que los fundadores se deciden a traspasar, y el segundo es ya conmigo, al cabo de unos dos años y medio o tres. El primer final yo creo que está relacionado con el hecho de que el fundador está exhausto y ha tomado consciencia de que el esfuerzo que debe realizar para mantener a flote la editorial es desproporcionado con respecto al resultado económico que da todo ese trabajo. Ellos tenían muy buen catálogo al principio, pero luego tuvieron que “mecharlo” con lo que ellos llamaban “libros alimenticios”, que era lo que realmente les daba para llegar a final de mes. Además, una buena parte de sus ingresos venía por las ferias locales, que es donde puedes vender libros directamente al consumidor, sin la mediación de los distribuidores, que se llevan un porcentaje enorme de tus ventas. Y con eso sobrevivían. Pero llegó un momento en el que se cansaron.
Patricia, tú siempre has hablado de la importancia del “editing”.
Sí, de trabajar codo a codo con el autor en la arquitectura del texto, de los personajes… Es en lo que yo puse más hincapié cuando entré en Tropo, aunque esto dificultaba mucho los procesos, todo hay que decirlo. Pero retomando la pregunta de qué pasó con Tropo, pasó que cuando el negocio se traspasó y yo empecé a liderarlo, nos dimos cuenta de que lo que yo quería hacer no era rentable a corto plazo. Yo estaba completamente obcecada con devolver el catálogo a su principio, recuperar el trabajo maravilloso que habían hecho los editores fundadores y abrirlo al mundo, enriquecerlo con autores extranjeros, no sólo nacionales. Para eso había que reubicar los “libros alimenticios”, para lo que creamos el subsello Damajuana. Además nos pareció que fundamentar el éxito de la editorial en las ferias locales era muy esclavo, que lo que había que demostrar verdaderamente era si nuestro catálogo tenía un hueco en el mercado y aportaba algo diferencial. Y comprobamos que no. Yo no fui lo suficientemente hábil o selectiva como para crear un proyecto editorial que pudiera estar compitiendo con otros sellos editoriales.
¿Y qué editoriales independientes consideras que sí se han abierto camino desde la literatura de calidad?
Sin mencionar de nuevo a los del Grupo Contexto, creo que un proyecto editorial que lo hizo y lo sigue haciendo extraordinariamente bien es Hoja de Lata. Ellos consiguieron abrirse camino y cubrir una necesidad del mercado. Supieron abrirse hueco. Tienen dos colecciones fundamentales, pero dentro de la narrativa, hay dos subramas que obedecen a los gustos literarios de sus editores, que son un matrimonio encantador. Una de esas ramas es de narrativa sociopolítica, muy interesante, y es de corte internacional; y luego está la otra más literaria. Ellos son los que publicaron, por ejemplo, a Luisa Carnés, una autora de la generación del 27, una de las sinsombrero, que estaba medio olvidada y que ellos recuperaron para regocijo de la crítica, de los académicos y del público de a pie.
¿Qué otros sellos mencionarías?
Es notable el trabajo de Errata Naturae, la apuesta de Pálido Fuego es muy valiente y osada, Sajalín es estupendo. Y luego hay otras como Tres Hermanas, Gatopardo y Círculo de Tiza, a las que creo que les está yendo estupendamente.
Eso quiere decir que hay espacio para la edición independiente en España.
Sí, pero como te decía, tienes que ser muy hábil y detectar qué es lo que hace falta, identificar aquello de lo que adolece el mercado y brindarlo al público. Yo no supe hacerlo. Tenía una idea en mente, pero no me dio tiempo a ejecutarla, por muchas razones.
¿Cuál era esa idea?
Tenía que ver con literaturas minoritarias, con joyas contemporáneas que han pasado completamente desapercibidas pero que podrían constituir perfectamente canon literario.
¿Y cómo encontrar esas joyas?
Son de gran utilidad las lenguas, tener la capacidad de poder leer los textos en el idioma original. Se pueden encontrar perlas entre todo lo que se ha publicado en otros mercados. Para ello hay que leer como un loco, hacer una gran batida, visualizar cómo la obra va a encajar en tu catálogo. Yo quería traer autores que casi no se conocen pero cuyos discursos, cuyas ideas y concepciones son tan universales y revolucionarias como las de autores de gran prestigio y reconocimiento internacional.
Entonces, Tropo publicaba narrativa española, latinoamericana y extranjera.
Extranjera a partir de que yo entro, aunque ellos hicieron algún intento con algún belga. El problema es que en la cuenta de explotación tienes que incluir los costes de producción, y dentro de los costes de producción hay uno previo que es el coste de traducción. Y no te da. La cuenta de resultados no te da. Porque además, calculas la tirada que vas a vender y lo tienes que hacer sobre la base de tu histórico de ventas, y el histórico de ventas de Tropo era lamentable. Siguieron adelante porque tuvieron en su momento un gran éxito, que fue Un paso al frente, de Luis Gonzalo Segura, el militar aquel que cuando salió del ejército lo puso “a parir”. De aquel libro se vendieron más de 30.000 ejemplares, que es un montón, pero que no es nada. Estamos hablando de que los grandes bestsellers venden de 100.000 para arriba. Pero con eso tiraron, tiraron para un par de años.
De tu etapa en Tropo, ¿con qué libros te sentiste realmente bien por haberlos editado?
Uno que me gustó mucho editar fue Palabra de sal, que es una novela de una autora andaluza que se llama Mónica Collado. Me pareció un libro absolutamente maravilloso y sensible. Es una novela rural ambientada en la Granada de los años 80. La voz protagonista es una niña de 9 años que vive su despertar al mundo. Es por tanto una novela de crecimiento, pero también coral. Y está llena de poesía y de filosofía. Y otra novela que me encantó pero de la que te puedo asegurar que no vendimos ni 150 copias…
Perdona, y de Palabra de sal, ¿cuántas copias vendisteis?
Yo creo que vendimos 600 copias o así.
Que eso en narrativa es nada.
Teniendo en cuenta que la tirada fueron 1200 copias, no es un completo fracaso. La otra novela, la que te decía que vendimos 150 copias, y ya me parece mucho, es Anda despacio y el autor es Antonio Gallo Plazas. También es absolutamente maravillosa, con esa atmósfera irreal y de extrañeza permanentes y un final que da sentido nuevo a cada página leída… Más que novela era una nouvelle, porque no tenía poco más de ciento y pico páginas.
Comentabas antes que “tu proyecto” consistía en rescatar obras de otras literaturas que pudieran constituir canon literario, pero, ¿cuál es tu visión del canon literario? ¿Por qué crees que algunas obras entran en el canon literario y otras no?
A mí me parece que esas obras, las del canon, son milagros, pequeños milagros para salvar a la humanidad. Son, como de repente, las luces que necesitas en el camino para no mandarlo todo a la mierda. Sus autores son casi individuos con misión. Es gente que tiene algo que decir y que lo dice de una manera en la que nunca nadie lo ha dicho antes, pero que conecta con una verdad universal e incuestionable. Son obras casi axiomáticas. Forman parte de la columna vertebral de la cultura en la que están insertas.
¿Te has encontrado con autores que podrían formar parte de ese canon?
Sin duda, esos dos autores que te he comentado, Mónica Collado y Antonio Gallo, por ejemplo. No tuvieron ningún tipo de visibilidad y probablemente no la tengan nunca. Anda despacio ofrecía, en mi opinión, un código literario diferente, pero lo más importante es que ofrecía un código filosófico distinto. A mí lo que esa novela me aportó es una manera diferente de mirar un trocito del mundo. Es un libro que, de repente, te enciende una luz que no sabías que estaba apagada.

Cuando termina Tropo te planteas seguir en España pero entrar a trabajar en una editorial más grande.
Sí, esa es la idea inicial, pero lo que sucede es que no encuentro un lugar para mí. Surgen algunas vacantes, pero son temporales, y además, volviendo a lo que te decía antes, a mí me encanta ver todo el proceso editorial. Me encanta la edición de mesa, que es estar a cargo del texto, pero es un trabajo muy solitario, y a mí lo que me llena es ver la relación de la obra con el lector final, o sea, saber qué impacto real ha tenido esa obra en la vida de una persona.
Entonces decides irte de España. Te vas a Londres. ¿Te plantaste allí sin trabajo?
No. Empiezo a hacer entrevistas desde aquí, desde España. Lo que hago es empollarme el sector editorial británico, para ver dónde puedo encajar yo, y organizo entrevistas con profesionales del sector. Entonces vivía en Barcelona y viajaba todas las semanas a Londres para reunirme durante tres días con todas esas personas y concluir por medio de aquellas conversaciones cuáles podrían ser mis posibilidades reales de entrar al sector editorial británico. Ahí me doy cuenta de que me tengo que olvidar de la edición de mesa, porque no puedes editar en otra lengua que no domines absolutamente a la perfección. Pero al margen de esa dificultad, en el sector editorial anglosajón hay mucho trabajo y las posibilidades son infinitas. Es una de las cosas que más me gustan de estar en Londres, que todo es posible, sobre todo desde el punto de vista profesional.
¿Qué es posible en Gran Bretaña que aquí no lo sea?
Es posible, independientemente de tu edad, explorar todas tus opciones y todas tus potencialidades, cambiar el rumbo de tu carrera y aun así no ser expulsado por el mundo laboral. El mercado anglosajón lo admite todo. Y todo es loable. Y todo está permitido. Y todo es aceptado y todo es comprendido. Allí, una persona que tiene ganas de explorarse a sí misma y de hacer algo lindo con su vida profesional es bienvenida.
Finalmente, entras a trabajar en una editorial londinense.
Sí, en Usborne, que es una editorial de Literatura infantil y juvenil, sobre todo infantil. Y es una editorial familiar.
¿Familiar?
Sí, te extraña porque familiar en España se considera a otra cosa. Pero es por eso, es porque en el mundo anglosajón no todo es tan estructurado como aquí. Allí es todo bastante más abierto. Por eso cuando digo que es familiar es familiar, fundada por un tipo que en los años 70, que se llama Peter Usborne, decide tener su propia editorial después de haber trabajado en el sector haciendo varias cosas. Y el proyecto resulta muy exitoso. Luego tiene descendencia y ahora son los hijos los que se están encargando con él de dirigir la empresa. Por eso se jactan de decir que es un negocio familiar.
¿Hay un equivalente en España a Usborne?
Pues no estoy segura, pero creo que no. Quizá la editorial más afín es Combel, pero solo desde la perspectiva del producto, porque hay que tener en cuenta que el modelo de Usborne es completamente único, incluso dentro del sector británico. Es de los pocos proyectos que yo he conocido en el que los ilustradores y los autores trabajan dentro de la empresa, están en nómina. Y además de eso, no solo publicamos en inglés, sino que se han creado distintas unidades de negocio o minieditoriales que cubren otros mercados. Yo tengo la suerte de ocuparme del mercado latinoamericano, incluido Brasil. Selecciono el programa editorial y superviso el proceso de producción y la distribución.
¿A qué te refieres con programa editorial?
Selecciono los libros que se van a publicar en el año. Y una vez que ya están listos en imprenta, organizo los barcos para que lleguen a destino. Esta labor tiene su dificultad porque tienes que lidiar con el gobierno brasileño, con los permisos de entrada, por ejemplo. En Brasil la ley está cambiando cada dos por tres y las reglas del juego varían según el funcionario que te toque en suerte ese día. Por otra parte, me encargo de producir todo el material de marketing que vayamos a necesitar para promocionar las novedades y de editar y corregir los catálogos. También proceso e interpreto las ventas y preparo los presupuestos para el año. Y algo fundamental, controlo en todo momento los niveles de stock y me aseguro de que siempre haya ejemplares en almacén y en el punto de venta, así que las reimpresiones de los títulos también son mi responsabilidad, como lo es mantener vivo y disponible todo el catálogo de fondo de la editorial.
¿Qué tiene Usborne para poder llegar a tanta gente?
Son libros muy pensados para los niños. El primer campo de experimentación que tienen los fundadores son sus hijos y sus nietos. Todas las ideas las testan antes con ellos. Aparte, todos los libros de referencia que transmiten conocimientos más concretos sobre, por ejemplo, cómo cuidar el planeta Tierra o el Antiguo Egipto, están supervisados por expertos en la materia. Y son libros que conjugan muchísima originalidad con materia prima de muy buena calidad y precios razonables, y eso es bastante difícil de encontrar en el sector infantil, sobre todo en determinados mercados. Además son libros muy lúdicos, con formatos bastante atípicos, que tienen en cuenta los cinco sentidos del niño, no son solo textos con ilustraciones. Hay muchos libros con texturas, con sonidos, para que el niño se sienta estimulado, y fomentan muchísimo la interacción con el adulto. También hay una línea de libros que es crossover, lo que quiere decir que hasta los adultos podrían coleccionarlos de lo bonito que están editados, del gusto y del amor con el que están hechos. Son libros muy cuidados. Yo creo que por eso triunfan tanto.
Y ya para terminar, ¿cuál es tu proyecto vital y profesional, seguir en Usborne?
Profesionalmente me gustaría encontrar algo que supusiera una contribución colectiva tangible. Me refiero a algo que realmente me permita ayudar a los demás. Editar libros para niños es maravilloso y sé que indirectamente estamos incidiendo positivamente en la vida de muchos pequeños, pero me gustaría ver que lo que yo hago tiene un impacto más directo e inmediato en el mundo. Es decir, desearía que mi vida individual estuviera más conectada a la vida colectiva.
Eso quiere decir que no te ves jubilándote como editora.
No. Quiero conectarme con algo que tenga mucha urgencia, algo que sea muy relevante para nosotros como especie. Y creo que eso es el cambio climático. Por decirlo de alguna manera, me veo más plantando árboles que editando libros para niños.