Por Dimas Ortiz y Javier Chicharro
La madrugada en que estrelló su Seat León contra un almacén de repuestos del polígono industrial de San Fernando de Henares, Kevin «El Kevin» Valdivieso venía de pasar todo el finde de farra por el circuito techno del oeste de Madrid. Según los curritos de la nave, que al escuchar el trompazo salieron a ver qué había ocurrido, al chaval se le fue el último aliento en alargar el brazo entre el amasijo de la carrocería para subir el volumen del cd, justo en el momento en que la sesión de DJ Napo llegaba a su chimpún final y sus ojos, con las cuencas fuera de sí, se cristalizaban en una expresión de éxtasis inconmensurable.
En el posterior análisis toxicológico dio positivo por cocaína, speed, mdma, anfetas, costo, marihuana, rophynol, algo parecido al LSD y cantidades ingentes de Red Bull con Jagermeister. O como lo resume uno de sus colegas, quienes todos los 13 de septiembre se citan en el almacén de repuestos para jincarse unos petas y unas lonchas a la salud del Kevin: “Le encontraron de todo menos sangre”.
Era la crónica de una desgracia anunciada, afirman sus amigos, hoy treintañeros largos y padres de familia, pero todavía apegados al look de sus tiempos salvajes. El Kevin estaba atravesando una mala racha, y el camino que había tomado le abocaba a tan calamitoso final.
La mala racha de «El Kevin»
Primero fue lo del Payoner, su querido pitbull. El Kevin pensaba que ya lo tenía todo ciclado para las peleas de perros del Cobo Calleja, pero no le duró ni treinta segundos a Princesa, una presa canario más resabiada que una vaquilla de pueblo. Al Kevin no le quedó otra que sacrificar al pobre animal y enterrarlo en un descampado de Paracuellos, para que al menos tuviera buenas vistas.
Luego pasó lo de la Milena.
La Milena era su piba. Metro y medio y 47 kilos de ambición, mala hostia y todos los vicios habidos y por haber. Se habían flechado en una rave en Colmenar de Oreja. La chavala iba de comebolsas y, tras cuatro días de farra, el Kevin era el único del parking al que todavía le quedaba algo para mojar el dedo. Dicen los amigos del Kevin que para el Kevin la Milena era la churri de su vida, pero que para la Milena el Kevin no era más que una posta en el camino. Un camino muuuy largo.
La Milena quería ser cantante y modelo, y su sueño era participar en Gran Hermano. Solo había un problema: le faltaban tetas. Pero ahí estaba el Kevin para proveer a su chica. Y más todavía cuando confiaba en sacarle un buen provecho a su inversión.
Así que dobló los turnos de reponedor en el Eroski, se consagró a sus trapicheos de dealer en el tiempo libre y no tuvo reparos en rascar la cal de las paredes en los baños de los garitos para incrementar el margen de beneficios. En pocas semanas ya había reunido los 2.500 euros que costaba la operación en la clínica del doctor Nogueiras. Se los entregó a Milena…
…Y adiós dinero, adiós churri y adiós tetas.
«El Kevin» se mosquea
Durante los días siguientes, el Kevin se recorrió todas las discos, after y cafeterías de tanatorio de Madrid en 50 kilómetros a la redonda. Ni rastro de su piba.
Por fin, una noche en que el speed no le dejaba conciliar el sueño, el chaval encendió la tele y allí estaba la Milena, con dos tetas como dos balones de playa, de concursante en el Gandía Shore. La chica llevaba ya unos cuantos copazos encima y no ponía reparos a que un maromo vigoréxico le metiera un muerdo con lengua mientras le restregaba a palma abierta su espectacular delantera. Al Kevin se le grabó a sangre y fuego la imagen de esas manazas musculosas despachándose a gusto con las tetas de la Milena. Unas tetas que a él le habían costado 2.500 pavos, pero que ni siquiera había tenido oportunidad de catar. ¡Sus tetas!
Los amigos del Kevin coinciden en que a partir de ese día al Kevin se le piró la pinza y se echó a perder. Hasta la mañana en que estrelló su buga contra esta misma pared en la que ahora apoyan la espalda, mientras se trajinan unas lonchas. Una pena.
A la Milena, sin embargo, le fue bastante bien. Consiguió grabar un disco y salir en Gran Hermano, amén de otros realities y programas del corazón. Hoy no es raro verla en el Sálvame, aireando intimidades y repartiendo estopa a las jóvenes que intentan seguir sus pasos. No vamos a decir su verdadero nombre. Pero, sin querer menospreciar el talento de la mujer, sí nos gustaría señalar a sus fans que una pequeña parte de su éxito se la debe a un miembro de nuestra hermandad.
Por ese motivo. Y porque los miznaits somos mucho de contribuir al éxito ajeno y buscarnos la ruina propia… ¡Alabado sea el Hermano Kevin “El Kevin” Valdivieso!